CREAR SUEÑOS

ANA MARÍA DURBAN

ESPAÑA

BAILÁNDOLE AL HIELO.

La densidad de la ilusión, la incertidumbre del momento, esa concentración que anula los murmullos, una coordinación exacta, calculada, palpándose en el espacio, creando volumen a cada palpito, que el corazón late.

Un hilo, congelado, provocando ondas perfiladas, erizando los sentidos, una apuesta a punto, momentos antes de la actuación.

La mística, se hace presente e inconscientemente, los movimientos memorizados, surgen del nacimiento, de la sinfonía instrumental, sintiendo, disfrutando, bailando al son de un sueño.

Sus alas, se despliegan, extasiando la armonía, los pies se deslizan elegantes, elevando grácil el cuerpo, plumas cortando el hielo, delicadez extrema de sutilidad, enlazada con la danza.

Exquisita figura artística, composición cabalística de un querubín bailándole al hielo, evidenciando una historia, de amor.

Y cual figura de cristal, alzando, al nivel del torso, su pierna, levantando, sus brazos por encima de la cabeza, dibujando la estética de una llama, bajo un vestido sedoso y vaporizado, la inercia de un ser del Universo, sorprende deleitándonos, con un final de cuento.

El silencio se rompió, los aplausos, vibraron en el alma, una lágrima de alegría, se deslizó por su rostro y un angelote travieso se la robó, para acunarla.

LA OBRA DE UN ALMA

Se que soñé con una ilusión, me despertó la luz del amanecer y el olor a sal.

Alce lentamente la mirada a la mar, descubrí los diamantes que dibujaban los rayos de sol en el agua, el suave cantar de las olas.

Allí, donde la quietud me hace renacer y me inspira todas las formas de ternura.

Las flores vestían, todavía, las gotas del rocío y las aves volaban a su libre albedrío.

Salí. a observar aquello que la naturaleza me regalaba, a ver, la maravilla del mar, a contemplar sus formas, sus colores, enamorándome de cada detalle, con la esperanza, de ser capaz de no perderme ni un ápice de aquel paisaje, tan hermoso, que me traía aromas a vida.

Y como cada amanecer, recordé aquel sueño, que se repetía día tras día, que aunque con los ojos abiertos, veía, sentía y anhelaba.

Una taza de café, mi caballete y la paleta de pinturas, por instinto los trazos comenzaron a tornarse formas. Cerré los ojos, sin darme cuenta, empecé a dibujar.

El mar, el sonido de las olas, el olor , pincelaban cada perfil, uno tras otro, instintivamente, sin necesidad de saber que es lo que el universo me estaba legando.

Allí, donde las nubes son figuras discontinuas, donde las cabalas dejan espacio a la imaginación, donde los aromas surgen, espontáneamente, de las ilusiones, donde la felicidad, es parte de un sueño, allí dibujé tu rostro, dibujétu alma, dibujé mi sueño.