AUTOAYUDA, SUPERACION Y
MOTIVACIÓN PERSONAL (Publicado en
Facebook el 8 de Junio del 2024)
¿MIEDO A LA VEJEZ DE TUS PADRES?
“Hay una ruptura en la
historia de la familia, donde las edades se acumulan y se superponen y el orden
natural no tiene sentido: es cuando el hijo se convierte en el padre de su
padre”.
Es cuando el padre se
hace mayor y comienza a trotar como si estuviera dentro de la niebla. Lento,
lento, impreciso.
Es cuando uno de los
padres que te tomó con fuerza de la mano cuando eras pequeño ya no quiere estar
solo.
Es cuando el padre, una
vez firme e insuperable, se debilita y toma aliento dos veces antes de
levantarse de su lugar.
Es cuando el padre, que
en otro tiempo había mandado y ordenado, hoy solo suspira, solo gime, y busca
dónde está la puerta y la ventana - todo corredor ahora está lejos.
Es cuando uno de los
padres antes dispuesto y trabajador fracasa en ponerse su propia ropa y no
recuerda tomar sus medicamentos.
Y nosotros, como hijos,
no haremos otra cosa sino aceptar que somos responsables de esa vida.
Aquella vida que nos
engendró depende de nuestra vida para morir en paz.
Todo hijo es el padre en
la muerte de su padre. Tal vez la vejez del padre y de la madre es curiosamente
el último embarazo.
Nuestra última enseñanza.
Una oportunidad para devolver los cuidados y el amor que nos han dado por
décadas.
Y así como adaptamos
nuestra casa para cuidar de nuestros bebés, bloqueando tomas de luz y poniendo
corralitos, ahora vamos a cambiar la distribución de los muebles para nuestros
padres.
La primera transformación
ocurre en el cuarto de baño. Seremos los padres de nuestros padres los que
ahora pondremos una barra en la regadera.
La barra es emblemática.
La barra es simbólica. La barra es inaugurar el “destemplamiento de las aguas”.
Porque la ducha, simple y
refrescante, ahora es una tempestad para los viejos pies de nuestros
protectores.
No podemos dejarlos
ningún momento.
La casa de quien cuida de
sus padres tendrá abrazaderas por las paredes. Y nuestros brazos se extenderán
en forma de barandillas.
Envejecer es caminar
sosteniéndose de los objetos, envejecer es incluso subir escaleras sin
escalones. Seremos extraños en nuestra propia casa. Observaremos cada detalle
con miedo y desconocimiento, con duda y preocupación…
Seremos arquitectos,
diseñadores, ingenieros frustrados. ¿Cómo no previmos que nuestros padres se
enfermarían y necesitarían de nosotros?
Nos lamentaremos de los
sofás, las estatuas y la escalera de caracol. Lamentaremos todos los obstáculos
y la alfombra.
Feliz el hijo que es el
padre de su padre antes de su muerte, y pobre del hijo que aparece sólo en el
funeral y no se despide un poco cada día.
Mi amigo Joseph Klein
acompañó a su padre hasta sus últimos minutos.
En el hospital, la
enfermera hacía la maniobra para moverlo de la cama a la camilla, tratando de
cambiar las sábanas cuando Joe gritó desde su asiento: Deja que te ayude.
Reunió fuerzas y tomó por primera vez a su padre en su regazo. Colocó la cara
de su padre contra su pecho.
Acomodó en sus hombros a
su padre consumido por el cáncer: pequeño, arrugado, frágil, tembloroso. Se
quedó abrazándolo por un buen tiempo, el tiempo equivalente a su infancia, el
tiempo equivalente a su adolescencia, un buen tiempo, un tiempo interminable.
Meciendo a su padre de un
lado al otro. Acariciando a su padre. Calmando él a su padre. Y decía en voz
baja:
- ¡Estoy aquí, estoy
aquí, papá! “Lo que un padre quiere oír al final de su vida es que su hijo está
ahí”.
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